viernes, 8 de mayo de 2009

Cartas de invierno

Ya empezaba a atardecer, por lo que tuve que hacer esfuerzos para ver lo que ponía en aquel cartón. En una caligrafía desfigurada, escrita con tinta de un color rojo desconocido, pude leer este mensaje:

Querido Javier:
Si llegaste hasta aquí es que ya sabes la verdad. Pero quizás aun no caíste en sus trampas quizás aun estas a tiempo de salvarte. ¡Abandónalo todo, Javier, y vete, vete muy lejos, a un lugar donde no te puedan atrapar!
No me busques más, porque yo ya estoy perdido. Si me vieras ahora, escaparías de mí. Para entenderlo, tendrías que ver lo que yo ví, tendrías que saber lo que hay aquí abajo. Si encontrase palabras para describir en que me he convertido, podrías volverte loco para siempre ¡Vete, tu que aun estas a tiempo! ¡Vete y abandona lo que queda de mi!

Cuando estaba leyendo estas palabras, sentí un ruido que procedía del pequeño cuarto lateral. Me levanté y me acerqué a la puerta. Desde ella, en aquel cuarto oscuro, pude ver como alguien se levantaba desde dentro de la trampilla de hierro y como un bulto uniforme se asomado por el agujero. Doy gracias de que ya fuese de noche y aquello estuviese oscuro, doy gracias de que ya no se pudiese ver nada con claridad. Tan solo pude distinguir, en aquel bulto repulsivo, unos ojos brillantes que parecían transmitir todo el horror que un humano es capaz de sentir. Unos ojos que se me quedaron mirando de una forma indescriptible. Pero no fue esa mirada la que me volvió loco, no fue eso lo que me hizo huir de allí y refugiarme en el cuarto en el que estoy ahora. No; lo que me volvió loco fue su voz que desde aquella me obsesiona y retumba en mis oídos. Una voz que pararía salir de unas profundidades inimaginables, una voz que gritó:
-¡Vete, Javier! ¡Tienen hambre! ¡Vete, y no vuelvas más!

1 comentario:

mago merlín dijo...

¡Que miedo!, mi lady.
Esa tinta de color rojo, ¿era sangre?
Muy bien. Un estupendo cuento de terror.